martes, 1 de junio de 2010

ENSAYO. El Olor del desierto


Sahara… quizás no sepa cómo empezar a hablar de este lugar, de esta gente, y puede que sea porque tengo tantas cosas que decir, tantos sentimientos que plasmar que se acumulan todos en mi cabeza y no saben cómo salir ordenados. De momento intentaré dejarme llevar.

Hace tres años realicé mi primer viaje a los Campamentos de Refugiados Saharauis, situados en la ciudad de Tindouf (Argelia) en mitad del desierto, en mitad de la hamada, donde no hay nada, donde la arena tapa todo el paisaje, donde la arena cubre todo el suelo, donde la arena se junta con el cielo en el más lejano horizonte, y sólo tienen eso… arena.

Antes de viajar para allá, yo ya sabía la historia de este pueblo, tenía contacto con ellos todos los veranos colaborando en el proyecto de vacaciones en paz, donde los niños vienen a pasar en verano para no sufrir los 50º que allí tienen estando aún en la sombra. Poco a poco fui interesándome más por el tema, hasta que en Magisterio de Ciudad Real me dieron la oportunidad de viajar allí, de ser partícipe de un proyecto educativo, de poder conocer la realidad de un pueblo refugiado, de vivirla, en definitiva, de cumplir un sueño.

Hace 35 años, la población saharaui huyó de su país, las mujeres con sus hijos y ancianos en busca de algún lugar donde pudieran asegurar sus vidas, a causa de la fatídica marcha verde realizada por los marroquíes y mauritanos, animada por España (un factor decisivo para que los saharauis vivan y sigan hoy en día en el desierto argelino). En el Sahara Occidental dejaban a sus maridos y algunos familiares que no pudieron escapar de aquello, una guerra sin piedad por ocupar un territorio que no pertenece a nadie más que a ellos, los saharauis, siempre movido por lo mismo; riqueza, lo que hace que este mundo se mueva en función de los intereses de los más poderosos. Lo que hace que la población civil salga siempre perdiendo, lo que hace que los que están en el poder tengan baños de oro, viendo como su pueblo se pudre en la más absoluta miseria, pero claro, cuando duermes en una cama confortable eso da igual, no es preocupante en absoluto que miles de personas sólo tengan un trozo de tierra donde tirarse a descansar (si se puede llamar descanso).
A los 5 años de esa marcha, Mauritania se dio por vencida, dejando la parte del Sahara ocupada por éstos en manos de los saharauis, en territorio liberado que se llama. Liberado… pero lleno de minas antipersonas, lleno de militares vigilando toda la zona, lleno de mierda, como todo. Por lo que actualmente, el Sahara está dividido en dos: Sahara ocupado por los marroquíes (donde los saharauis que viven allí no pueden salir de esa tierra, donde las violaciones, abuso de poder, torturas, opresión, agresiones y asesinatos están a la orden del día) y Sahara liberado donde no hay nada, poco más que algunas ciudades y lugares donde los saharauis refugiados se pasan algunas temporadas en esta zona. Estas dos partes las divide un muro, el muro de la vergüenza es como se llama, y vergüenza es lo que supone, la mejor palabra para ello, ya que está rodeado de otros muros con alambres electrificados y minas, minas que no dejan pasar ni salir del territorio, minas vendidas por países europeos a “nuestro actual gran amigo Marruecos”. Lo que quiere decir, que el mundo conoce esta situación y lo más triste y preocupante es que está a cargo de ella. Donde las personas se tapan los ojos para no ver más allá de sus narices y basarse en su propia vida feliz fabricada con sonrisas de juguete. Lo que nos lleva a asumir con toda la responsabilidad, España culpable, España ciega, España que traiciona, España enriquecida de basura, España… que no mira más allá. Y con España, la O.N.U…. gran organización de Naciones Unidas, unidas para enriquecerse entre ellas, porque lo que es valores, allí tienen pocos. Aún se sigue esperando un permiso para que los saharauis puedan votar su propio gobierno, un esperado referéndum y ni eso se les deja. Lamentable… como siempre, lamentable.

Después de introducir brevemente lo que es la situación del Sahara, empezaré a hablar de ellos como personas. Y empezaré por una pregunta ¿cómo es posible que una tierra donde has estado 15 días la consideres como tuya propia? ¿Cómo es posible, que la gente de allí se convierta en tu propia familia? ¿Cómo es posible que dejen de lado sus intereses y necesidades para cubrir las tuyas propias?, esto te hace reflexionar, nosotros, con nuestras casas con todo tipo de muebles, habitaciones y adornos de lo más variado; nuestro plato de comida diversa cada momento del día, nuestro armario rebosante de ropa bonita y absurda, nuestra cara maquillada todas las mañanas, nuestro pelo arreglado cada día, nuestro placer cubierto en un 90%... sigamos quejándonos de todo y cuanto está alrededor, sigamos haciéndonos daño los unos a los otros, sigamos desconfiando en un completo desconocido, sigamos rodeándonos de toda una vida falsa, material e hipócrita… y ellos, que no tienen absolutamente nada, te lo dan todo. Incluso son capaces de darte a ti mismo el plato de comida de su propio hijo. Ellos que a su invitado lo convierten en un auténtico rey con los pocos recursos de los que disponen, ellos que te hacen sentir como la persona más importante del universo sin darse cuenta de que la verdadera humanidad y lo bonito de esta vida nace de ellos, de esas personas que sin querer nada a cambio serían capaces de dar sus vidas. Todo y cuanto tienen, lo convierten en tuyo en un abrir y cerrar de ojos.

Antes de ir para allá, sabía algo de estas personas, por lo que contaban, por documentales, por las oportunidades que la vida me dio de conocer algo de ellos; pero verdaderamente cuando estás allí, es cuando te das cuenta, cuando es tarde para tener contigo todo tu corazón completo, porque sin duda alguna un trocito de éste se queda allí eternamente.

Mi primer viaje, fue en 2008, un proyecto educativo, una ilusión, 80 personas destinadas al desierto para construir sonrisas, para enseñar, sin darse cuenta de que los primeros que iban a aprender eran ellos, éramos nosotros, una lección de vida, la lección de vida más grande que me ha dado mi existencia y mis experiencias, la lección de mi vida que personalmente me hizo callar la boca, abrir los ojos y tener una razón por la que luchar, por la que gritar, por la que revelarme, por ellos. Verdaderamente, el viaje es muy divertido, conoces a los saharauis, te embaucas con ellos, fiesta, diversión, con tus amigos españoles, pero me da un poco de pena, que poca es la gente de la que viajamos que nos damos cuenta de que esas sonrisas, puede que sean porque nosotros estamos allí, y todo lo que queda de año ¿qué?, ¿Cómo es para ellos el resto del año? Pues bien, de esas 80 personas son pocas que esta pregunta se la hacen cuando vuelven a España, como siempre, nuestro egoísmo vuelve y abunda sin darnos cuenta en nuestro ser y nuestras vidas.
Al volver, me di cuenta de algo. No era yo, había cambiado… de repente todo lo veía de una forma diferente, toda mi vida, mis cosas, mis amigos, incluso el amor. No sé fue una sensación extraña y una necesidad de estar con la gente que había compartido esta experiencia conmigo, aunque poco a poco te das cuenta de que se queda en eso para la gran mayoría, en una experiencia; y yo me niego a eso, porque esa experiencia es lo que hoy en día se ha convertido en una necesidad. Y todo aquello dio un vuelco a mi cabeza, a mi alrededor, a mi forma de ver la vida, a mis inquietudes, a mis necesidades (eran menos); todo ello me hizo reflexionar, fue una etapa muy difícil la vuelta, he de reconocerlo. Los días eran para llorar, las noches para recordar, y poco a poco el llanto se convierte en rabia, y hace que te muevas y expandas la voz de un pueblo exiliado en un desierto. Sé que crecí. Lo sé. Que lo que no había crecido en 3 años, lo había hecho en 15 días, gracias a personas maravillosas que me enseñaron, tanto compañeros de trabajo que hicieron de aquel lugar el mío propio sintiéndolo como tal, como niños que con una mirada traspasaron todo mi ser, como mi neina (mama en hassanía) que me brindó la oportunidad de conocer la pura bondad en este sucio mundo, como una mirada al horizonte lleno de arena donde sólo allí lo puedes encontrar y fue una de las veces que me vi como yo misma, yo sola, yo para mí y en todo mi esplendor; como mis alumnos con sus abrazos, palabras y regalos, como mis maestros. Todo ello, me hizo reflexionar, me hizo sentir libre de mí misma, me hizo más revolucionaria quizás, y tal vez puede que por todo esto y algunas cosas más, me considero una persona especial, me han enseñado a luchar por lo que verdaderamente creo y aunque en ocasiones caiga y vuelva a tropezar, intento levantarme y sonreír, como la vida me ha enseñado.

Después de un año, fuera del lugar donde me brindó la oportunidad para realizar este viaje, fuera de mi tierra Ciudad Real, seguía implicada, desde aquí, Granada. Y creo que no puedo explicar lo que sentí, cuando recibí una llamada con una pregunta que estaba clara la respuesta ¿quieres viajar de nuevo a los campamentos? El mundo se paro por un momento, me quedé bloqueada, no sabía qué decir, por primera vez en mi vida (y esto es verídico) me quedé muda, no me salía ni un sí, no podía hablar, bloqueo emocional que se llama, o si no se llama así, a mí me gusta hacerlo de esta manera; recuerdo que fue en navidad, y de repente el frío se paso y sentí en mi interior todo el calor de la arena y una lágrima detrás de otra empezaron a recorrer mi cara, parada entre la multitud (he de decir que fue uno de los momentos más mágicos que he experimentado), y después de darme cuenta de la voz de la otra persona del teléfono pronunciando mi nombre, mi voz dijo… ¿qué?, y en dos meses estaba subida en el avión destino… Sahara. Este año con una responsabilidad, nueve prácticos de magisterio que aprenderían de mí (supuestamente), un colegio a mi cargo, y una presión en mí, que no me dejaba aliento alguno, pero me apetecía, tenía miedo pero no lo dudaba. Al final, como siempre la que más aprendió fui yo. Otra temporada allí, conociendo más de aquel mundo, de aquella cultura que hoy en día la considero mía propia también. Otro año diferente, sintiendo una responsabilidad, sobre todo por transmitir a los que a mi cargo estaban, transmitir toda la magia que conlleva viajar a este lugar, todo el peso que tiene sobre uno mismo realizar este proyecto, y sobre todo las gracias por la confianza depositada en mí. Al volver, como el año anterior, necesité una temporada para mí, reflexión, planteamientos, poco más que mi soledad, vuelta a la vida aquí en España, soportando el coste que todo ello conlleva. Y pasó, otro año gritando la voz de Sahara Libre por donde quiera que vaya.

Hace 3 meses, fue mi último viaje realizado hasta el momento allí, un viaje que supe el día anterior con seguridad que lo haría, y aún así no dude. Maleta en una mañana y toda mi ilusión al 100% en ella, eso seguro. Y éste viaje, quizás me haya cambiado un poco más, he compartido más momentos con los saharauis, con mis amigos de allí con la familia, me he sentido una más, no una invitada, y eso hace de que la unión sea aún más fuerte si cabe, pero sí, sí que cabe. Gestos, cariños, confianza, palabras que hace que te sientas tan realizada que a veces incluso a mi misma me parece increíble; he aprendido mucho este año, verdaderamente lo he hecho, un viaje sin duda muy especial, con más carga de responsabilidad con más peso de seguridad, y con una inseguridad en mi interior que hace que me embauque más en mi trabajo, que hace que las ganas puestas sean mayores, que hace sacar mi valentía y tirarme al agua de cabeza y sin mirar el fondo. Momentos inolvidables con personas encantadoras, con una confianza ciega.

En el colegio, con los chicos que iban de prácticas me he sentido mucho más segura, con mucha fuerza, y con la intención de transmitírsela a ellos en todo momento, que el sentimiento de lucha no se evapore con el tiempo, que perdure en sus corazones y que alcen la voz del Sahara allí por donde vayan, no sé si lo habré conseguido, el tiempo lo dirá, pero puedo estar satisfecha de haber creado un buen grupo de trabajo en el que la ayuda e ilusión eran nuestras mejores armas, y espero que siga siendo así, si alguna vez tengo otra oportunidad de ir.
Actualmente una compañera y yo estamos trabajando en un proyecto recaudando dinero con actividades variadas (conciertos benéficos, charlas informativas, festivales, mercadillos,…) con el fin de construir un pequeño pabellón para deportes en Angala (nombre de la daira que visitamos todos los años), y hace poco tuvimos una idea para recaudar dinero, sería un festival donde hablaríamos de lo que siente la mujer saharaui un día normal en su vida al encontrarse una hoja de los derechos de los niños, reflexionando como es la vida que llevan sus hijos, pero he de decir que lo tenemos un poco aparcado, falta de tiempo como de costumbre. Me parece muy interesante escribir un poco lo que puede ser un día de una mujer en los campamentos, intentaré resumir y explicarlo lo mejor posible.

Un día en el desierto con una melfa.
La primera que se levanta es la madre, para recoger la leche y calentarla. Se coloca la melfa (vestimenta de mujer saharaui), prepara la frenna (donde se coloca el carbón) para hacer el té, mientras hace el desayuno y un poco más tarde levanta a los niños y éstos se van preparando para ir a la escuela. Hecho el té, desayunan todos juntos, en la jaima, callados, quizás con alguna vecina hablando de la vida. Una vez terminado el desayuno, los pequeños se ponen sus batas y una pequeña mochila con un cuaderno, un lápiz mordido muy pequeño y con suerte algunos colores y borrador… marchan para el colegio con los demás vecinos. Durante la jornada escolar, la madre prepara la casa, la limpia con una pequeña escoba con la cual se tiene que agachar, enciende la batería solar para cuando el sol se ponga poder tener electricidad, lava la poca ropa que tenga de otros días, y con un cubo marcha para las afueras de la daira (pueblo)para dar de comer a las cabras que están en un corral redondo hecho de chatarra y allí se junta con las vecinas donde se preguntan por la familia, hijos, trabajo, casa y poco más, pues no tienen más de lo que preguntarse. Después de trabajar con las cabras es la hora de la compra, lo necesario se lleva a casa, no hay dinero para más, tal vez para comer tres días, pues son muchos y la comida se acaba rápido.
Después de toda la mañana sin descanso, espera a los hijos mientras hace el segundo té, pero éste ha de ser rápido, debe preparar la comida para todos. Cuando los niños regresan corretean por los alrededores y más tarde ayudan a colocar los platos y agua para comer, en el suelo, colocando los platos y fuentes de comida sobre la alfombra, y puede que hoy ¡incluso haya fruta! Ya que mamá ha estado en el mercado. Al terminar de comer, frega todo los cacharros sentada en un pequeño taburete y con un cubo lleno de agua un poco turbia, hoy le duele un poco la espalda, necesita un poco de ayuda, pero no tiene. Se espera y sigue fregando. Una vez toda la cocina colocada es su momento, coloca la batería y enciende la tele, disfrutando así de las bellezas argelinas que salen en la novela, comentando con las vecinas la trama y lo guapas que son. Al terminar la novela, quizás le da un poco de tiempo para dormir un ratito pequeño; pero no mucho, hoy tiene que ayudar a su hermana que está de obras en su casa. Después de esto sale a la idara (ayuntamiento) puesto ha llegado la ayuda humanitaria, hoy tocan cebollas y zanahorias, solo le toca una bolsa, se la lleva a casa y coloca todo en la pequeña despensa. Sin darse cuenta está anocheciendo, y tiene visita, han venido sus familiares de otra wilaya ( provincia), buena ocasión para preparar otro té y charlar un poco, pero el tiempo se echa encima y la cena ha de estar preparada pronto, les invita a quedarse. Prepara la poca comida que tiene para todos, se la distribuyen de manera que todos puedan comer suficiente. Después de cenar se quedan un rato charlando, y puede que hoy bailen un poco, ya que no todos los días está en casa tan grata visita. Después de bailar un rato y tomar un poco té, todos se van, y allí está ella, cansada, fregando los cacharros en la cocina, sentada en el taburete pequeño y enjuagando con agua turbia en un cubo, con dolor de espalda. Llega la hora de ir a la cama, quizás mañana cambie todo, quizás venga su hijo del ejército sano y salvo con buenas noticias. Se duerme. Al día siguiente al levantarse se pone la melfa y vuelve a encender la frenna… toca el té de la mañana.


Esto es lo que normalmente puede ser el día de una mujer en el Sahara si no tiene trabajo, que pocas de ellas tienen la oportunidad de tenerlo. Solo viven para su familia, con la esperanza de que todo cambie algún día, pero desgraciadamente no es así. Cada día es igual, el calor sofocante no cesa, las vistas desde la puerta de su jaima no cambian, arena, jaimas y más arena y más jaimas; y todos los días al despertarse la rutina es la misma. Así un año, tras otro y otro, y de repente se dan cuenta de que están viviendo esa situación durante 35 años, sin que nada ni nadie mueva un dedo porque todo esto cambie. Y esto lo viven sobre todo las mujeres, que no salen de casa, que no pueden ir a ningún otro sitio, y sin embargo, a pesar de todo esto, han aprendido a sonreír, las admiro. Y luchan por seguir adelante, por hacer que sus hijos crezcan, simplemente por vivir. Y aquí, poca es la gente que los tiene presentes en sus vidas, todos nosotros estamos demasiado ocupados con nuestro trabajo, con nuestro amor, con nuestra casa, con nuestras fiestas, que todo esto se va de las manos, no nos importa, solo nos preocupan nuestros problemas, y todavía tenemos la poca vergüenza de andar quejándonos a todas horas. Dietas, dinero, comodidades, dietas, dinero, comodidades…

Por eso es por lo que no me gusta esta sociedad en la que vivimos, llenos de quejas y de caprichos que ni siquiera necesitamos, y yo la primera que me incluyo. Pero intento luchar por este pueblo, pero como ellos hay millones de personas que incluso su situación es más complicada y simplemente lo vemos en la tele y nos sale decir, ¡qué lástima!, y seguimos comiendo sin más, sin indagar más allá, sin verdaderamente preocuparnos por todo lo que tenemos y lo que podemos hacer y está en nuestras manos, tal vez no sea mucho, pero granito a granito se hace un desierto. Y también tengo que decir que no puedo generalizar, que hay personas que de verdad nos conmueven y se mueven para que esta situación pueda cambiar, para que los demás escuchen la situación en la que están (porque muchos españoles no tienen ni idea de esto), para que poco a poco, sean más voces las que griten Sahara Libre.

Con todo esto voy a terminar. Creo que he plasmado todos mis sentimientos en este discurso sobre los Campamentos de refugiados saharauis. Verdaderamente mi vida ha cambiado bastante desde la primera vez que bajé del avión destino Tindouf, hace tres años en una noche de febrero, en un aeropuerto militar, donde cuando bajas del avión te reciben con una escopeta en la espalda los argelinos. Donde temes que tu maleta sea abierta y se queden para ellos los caramelos que llevamos para los más pequeños, donde te montas en un viejo camión sin lona, y te lleva a lo más profundo del desierto, sientes el aire en la velocidad del camión, silencio y de repente un olor… no voy a olvidar cuando la primera vez que lo olí una voz dijo al fondo… ¡huele a Sahara! Cerré los ojos, empecé a espirar profundamente y lo sentí; olía a cabras, a arena… desde ese entonces supe que aquel lugar formaría parte de mí durante el resto de mi vida.


FOTOS DEL ENSAYO
























Sin más espero que este ensayo sea válido y sobre todo que la gente que lo lea disfrute tanto como yo he disfrutado al escribirlo y si puede ser que aprendan un poco mas de la situación de este país y de estas maravillosas personas que viven en el desierto. Si alguien quiere más información, como páginas o algunos documentos para informarse del tema que se ponga en contacto conmigo. SHUKRAN!


Mariavy García-Escribano Ramírez

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